Inspira y espira, cierra los ojos y siente por un segundo tu cuerpo.

 

¿Qué ocurre? ¿Te resulta fácil o difícil conectar con él?

 

A menudo, me encuentro personas que tienen un relación tóxica con la comida y que les cuesta conectar con sus necesidades más física. Les cuesta reconocer si tienen hambre física o emocional, si están llenas y necesitan parar de comer, si tienen hambre o sed, si les duele algo… porque poco a poco, han ido desconectando de su cuerpo y de las señales que éste les mandaba.

 

En los cursos que he dado de Mindfulness en empresas, es habitual que alguien diga: “uy! Me doy cuenta de que me duele mucho la espalda”, por poner un ejemplo, como que el dolor haya llegado de repente. Y es que es justo ahí, cuando paras y escuchas, cuando puedes tomar consciencia de dolores, necesidades, inquietudes, deseos y anhelos. En el día a día, estás tan en el “hacer” y en la rutina que ni se te ocurre escuchar, sentir o, incluso, emocionarte, porque no hay tiempo, hay obligaciones.

 

Y la relación con la comida, o con el cuerpo, de forma tóxica; dándote un atracón, comiendo más de lo que necesitas, rechazando tu cuerpo, diciéndote burradas internamente, lo único que hace es mostrarte esta falta de escucha y sensibilidad contigo misma.

 

Bloquear las necesidades del cuerpo es quedarte en lo mental, comer desde la mente y vivir desde la mente, desde algo que no es real porque lo real es conectar con tu cuerpo y con tu corazón. ¿Cuántas veces con una mala relación de pareja has desarrollado cándida vaginal? ¿O después de un disgusto te has puesto enferma y han bajado las defensas? ¿O te ha salido una dermatitis en un momento que pudieras sentir impotencia o enfado hacia alguien o hacia alguna situación en la que en vez de hablar y defenderte te quedaste callada?

 

Por mucho que quieras bloquear y anestesiar tu cuerpo, este habla de forma suave y si no paras y lo escuchas, cada vez grita más alto. Hasta que una enfermedad o un insomnio o una ansiedad te condiciona la vida.

 

Y es que la resistencia de la mente es tan grande, hay tanto miedo inconsciente a lo que el cuerpo pueda decirte.

 

¿Cuál es el camino? Por mucho que he buscado, anestesiado, tratado de controlar desde la mente, desconectado de mis emociones, solo he encontrado el camino de atravesar eso que da miedo para poder deshacer el embrollo, para volver a sentir, escuchar y disfrutar del cuerpo.

 

¿Cómo?

 

A tu ritmo, mira hacia dentro, pon nombre a lo que necesitas, porque sino cedes tu poder a elementos externos (personas, situaciones, bienes materiales…) y cuando esto no se da, dependes de algo que está fuera de tu alcance, sintiéndote indefensa y vulnerable porque has perdido la capacidad de protegerte. Y no es porque hay que evitar sentirse vulnerable, al revés, necesitamos otorgarnos ese regalo de poder necesitar de otras personas y sentir vulnerabilidad, es aprender a poner límites y aprender a cuidarnos para tener la última palabra. Tanto si es ante una cucharada de comida como si es ante una decisión que puede cambiarte la vida. No perder tu poder.

 

El cuerpo puede ser un refugio interno maravilloso, un lugar que puede darnos infinita información, del que puedes aprender y tomar decisiones tomando consciencia de quién eres en realidad y NO desde lo que te has contado desde un lugar mental y racional solamente.

 

¿Cómo puedes retomar la conexión con tu cuerpo? ¿Esa que tienen los niños y las niñas cuando son pequeños, que pueden parar de comer cuando es suficiente y que no les supone ningún problema porque no comen desde la mente sino desde lo que sienten en su cuerpo?

 

1.     Antes de empezar a comer, haz tres respiraciones profundas.

2.     Antes de servirte el plato, pregúntate cuánto hambre tienes y sírvete acorde al hambre que tienes.

3.     Pregúntate a la mitad de la comida: ¿cuánto de llena estoy? Si necesitas, sigue comiendo.

4.     Pon consciencia en el momento que decides terminar de comer, ¿cuánto de llena necesitas sentirte en una escala de 0 a 10, donde 0 es hambrienta y 10 es llenísima?

5.     Una vez al día, lleva tu mano a tu cuerpo y recórrelo, vestida o desnuda, como prefieras, pon consciencia en el contacto de las yemas de los dedos y la piel, o la ropa, ¿qué pensamientos aparecen, agradables o desagradables? ¿Qué eliges decirte cuando tocas tu cuerpo, cuando lo sientes, cuando empiezas a escucharlo?

 

Te leo en comentarios…

 

Gracias por leer y compartir, un abrazo,

 

Sumati